viernes, 7 de mayo de 2010

Uno de los nuestros.

Salí corriendo de allí. Pero de alguna forma seguía todavía en aquel lugar. Apenas había iniciado la marcha y ya sabía que jamás volvería atrás. Las cosas cambian de manera sutil pero abrupta a la vez. Las cosas cambian pero yo no. Yo ni quiero ni puedo cambiar y no entiendo por qué todo a mi alrededor se mueve. Una canción siempre me viene a la mente, “porque al hacerte mayor todo parece peor y es igual”. Efectivamente, yo pienso igual pero sé que no todo el mundo tiene la suerte de pensar así. Los años pasan y pesan y muy pocos tienen la voluntad de poder evitar las esquirlas y la metralla que escupe el peso del paso del tiempo. En el fondo, no son libres, pero no lo saben. Creen que siguen un camino correcto y se conforman con pequeños recreos. No son conscientes que la vida es un recreo en sí. La presión social ahoga y dinamita el valor real de cada persona. Creen ser minorías selectas. Nada más lejos de la realidad. Se sienten diferentes. Pobres. Si supieran que en realidad son una pieza más dentro de la alienación globalizada se horrorizarían. Pero no lo saben. Morirán ignorantes pero pedantes como dice Strawberry, sin embargo, todavía unos pocos se resisten a morir en vida. Y yo voy a su encuentro. Busco a los niños, a los que no se parecen a nadie, a los de esencia dura y corazón mágico. Y sé que están ahí. No se donde aún, pero los encontraré, nos encontraremos y podremos cantar mirando las estrellas. Jugaremos día y noche, hasta caer rendidos de felicidad añorando un nuevo día. Nos miraremos y reconoceremos nuestra verdad, invitaremos a los nuevos y volveremos a bañarnos en el mar. Ese mar al que llegamos siendo niños y que nos hacía vibrar cuando veíamos de lejos los destellos del sol en el agua. Cada destello es uno de nosotros, uno de los nuestros.

1 comentario: